Dicen
que “de casta le viene al galgo” y mira por dónde el refranero español no se
equivoca una vez más en el caso que nos concierne. Nacido en Galicia y extremeño de adopción, Pablo es uno de los
alumnos que tenemos matriculados este curso en el Aula de Trujillo y, curiosamente,
un miembro de su familia tiene una relación directa con eso que nos gusta tanto
a los filólogos: las letras. Su abuela es la poetisa galega
María Magdalena Domínguez quien, según el mismo Pablo nos cuenta, empezó a
escribir tras fallecer su marido hace unos años. Sin irnos más lejos, hace tan
solo un par de semanas, fue elegida "Autora da semana" por la Asociación de Escritoras-es de Lingua Galega (AELG).
Pues
parece que la genética en este caso ha surtido su efecto y su nieto ha
adquirido parte de su aptitud literaria como puede comprobarse en la siguiente
narración que Pablo ha redactado para una de las tareas que tiene que presentar
en su clase de Lengua y Literatura Castellana.
Siempre pensé que el gran narrador es aquel
que te transporta a los lugares descritos, a las anécdotas mencionadas o que,
yéndonos más lejos, consigue que puedas reír con algunos de los guiños
humorísticos que aporta. Eso es lo que podemos encontrar en este extracto
narrativo de Pablo. Incluso quien no sea aficionado al ciclismo, por un momento es capaz de ver a ese pelotón de ciclistas volando cual correcaminos o sentir el
cansancio de tanto kilómetro en cuesta… ¡Uff!
Te
aliento a que continúes escribiendo y, de una manera u otra, sigas la estela del
talento heredado de esa mujer que, afortunadamente, puede firmar con nombre y
apellidos su obra sin hacer uso de ningún pseudónimo que oculte su maestría con
la pluma.
TEXTO DE PABLO:
Un viaje
inolvidable
Era el
verano del 19 y había un cúmulo de factores personales que, por primera vez en
mi vida, habían puesto al alcance de mi mano realizar un viaje inolvidable. ¡Ir
a ver el Tour de Francia a los Pirineos! ¡Subiendo al Tourmalet!
Este es un
viaje que, para disfrutarlo al 100%, a mi modo de ver, es para hacerlo con
amigos con la misma idea, ver el Tour y subir puertos en bici. Así que, después
de un rápido proceso de selección, le conté los planes a Alfonso, un chaval
espigado, maestro de profesión y ciclista de vocación que no dudó en apuntarse,
y al gran David "Gumi", un chico rudo de la ciudad del tomate, que no
se calla ni debajo del agua y una auténtica máquina de discutir, que lo dudó
todavía menos. Y con estos dos artistas y nuestras tres bicis ¡Al Tour que nos
fuimos!
Salimos un
viernes a las cinco de la mañana y llegamos a Pau, Francia, a las cuatro de la
tarde. Viaje amenizado por las historias de David y por el paisaje una vez te
vas acercando a los Pirineos, ¡Son increíbles! Llegamos justo a tiempo para ver
a los mejores de la contrarreloj que había ese día y ver la pasión que genera
el Tour de Francia. Es alucinante cómo lo viven, sobre todo cuando pasó el
ídolo locas, Alaphilippe que, para postre, ganó la crono. De allí nos fuimos a
Lourdes, que era el lugar elegido para descansar.
Al día
siguiente, ¡El gran día! subir al mítico Tourmalet y ver la etapa. Para los que
no siguen el ciclismo explicar que, una etapa con fin en el Tourmalet es como
una final de Champions, como haber visto a Queen en Wembley ´86, es lo máximo
en el ciclismo, el Tourmalet es la cima que todo el mundo tiene que subir
alguna vez en su vida.
Pues nada,
para allá que nos fuimos. Yendo hacia allí nos vinimos arriba y decidimos subir
Hautacam para "calentar", otro mito de 16,3 kilómetros al 7,5% medio,
casi nada. Una hora subiendo y quince minutos bajando. Ya bien calentitos nos
fuimos por fin al Tourmalet. Nuestra sorpresa llegó cuando casi a pie de puerto
nos dijeron que solo se podía subir andando, ¡Que decepción! Así que nada, no
nos quedó otra que quedarnos allí mismo y ver pasar toda la caravana
publicitaria y después a los ciclistas que iban como cohetes. Después de eso,
para calmar nuestra frustración, nada mejor que subir oootro puerto, el Pont d´Spagne en Cauterets; ¡Otra pasada de
puerto con paisajes espectaculares! Otra hora más subiendo y quince minutos
bajando y de allí a Lourdes, bonita ciudad para descansar, pero esa será otra
historia...
Ya el
domingo tocaba regresar, pero no podíamos irnos de allí sin subir en bici al
Tourmalet. Así que, a pesar de la paliza del día anterior, decidimos
levantarnos "temprano" para subir antes de regresar a casa.
Después de
un exhaustivo estudio de campo del amigo David preguntando a todos los
franceses que salían a su paso sobre cuál era la cara más dura para subir al
Tourmalet, decidimos subir por donde él quería, que era la contraria a por
donde había transcurrido la etapa el día anterior. De nada valían los
comentarios y opiniones de internet cuando le puedes preguntar a un señor de 80
años que está descansando en su terraza que cuál es la cara más dura del
Tourmalet.
Pues nada,
esta vez salimos en bici desde Bagneres de Bigorre dirección Col du Tourmalet.
Al fin iba a subir en bici al Tourmalet. Había estado unos años atrás en coche,
pero aquí, hay que subir en bici. Es una subida larga, muy larga. Paisajes
espectaculares, carretera increíble, te encuentras con multitud de gente
subiendo y bajando, chicos y chicas, señores y señoras, abuelos y abuelas (con
eléctrica, claro) y al llegar arriba, ¡Buah! es una sensación increíble,
indescriptible, hay que vivirlo. Después de un rato allí disfrutando el momento
y haciendo miles de fotos, nos volvimos a Bagneres, pero claro, a mitad de
camino, ¡Pam! una señal que indicaba "Col d´Aspin" y claro, estando
ahí, ¿Cómo no vamos a subir? ¡Con la cantidad de veces que lo hemos visto en la
tele! ¡Dicho y hecho! ¡Para arriba! Era el puerto más corto pero se me hizo
eterno ya que hacía un rato que me había quedado sin comida ni bebida; aún así,
me planté arriba. Tras un rato allí arriba disfrutando del paisaje, nos
volvimos a Bagneres; esta vez sí, sin mirar más señales de puertos para no caer
en la tentación.
A las cinco
de la tarde, después de comer cuatro enredos y cargar las bicis, iniciamos el
camino de regreso. Llegamos a las cuatro de la mañana del lunes pero el camino
se nos hico corto contándonos nuestras batallas sobre la bici.
¡Pirineos,
paraíso ciclista! Volveré, pero con la familia, porque los Pirineos son un
paraíso para el ciclismo y para muchas más cosas. I like Pirineos!
Y como dice mi abuela
María Magdalena, la poetisa do Val da Louriña, he aquí "un chisquiño
pouco" de mi "viaje inolvidable.
Pablo acompañado de sus compañeros de viaje